Nada más violento que la calle que se para una villa de un rascacielos. Porque no es solo separación física, sino moral, económica y social. La calle inmiscuida, entrometida en la disputa entre las dos caras de la sociedad de "qué mal que estamos" y que a su vez cree que el progresos son edificios blancos, vidriados, altos, enrejados a la vera del río.
Nada más violento que ir caminando por el parque y de repente la ciudad se termina, implosiona en un conjunto de gente que renuncia a ser ciudadanos a cambio de un deck de madera con pileta detrás de un muro frente a la playa, con el correr del agua murmurando, interminable, nuestros nombres y nuestras historias, con el color del sol y de la luna, agua que lava nuestras penas y se las lleva hacia el mar.
Nada más violento que una calle separe una ciudad de otra en el mismo territorio.
Nada más violento que ir caminando por el parque y de repente la ciudad se termina, implosiona en un conjunto de gente que renuncia a ser ciudadanos a cambio de un deck de madera con pileta detrás de un muro frente a la playa, con el correr del agua murmurando, interminable, nuestros nombres y nuestras historias, con el color del sol y de la luna, agua que lava nuestras penas y se las lleva hacia el mar.
Nada más violento que una calle separe una ciudad de otra en el mismo territorio.