Si me buscara, ya no me encontraria, ¿verdad?

Dormia siempre, y con la ventana abierta para que corra el viento. El se escabullia a veces persiguiendo su sombra y a veces arrastrandola. Los dos se parecian en tamaño y edad, aunque ella pronto cambiaria sin razon aparente. Eran los dos ligeros y astutos, aguzados de vision. Por eso el tragico dia, decidieron cerrar el espejo, apagar las luces y seguir jugando, a las escondidas y al MarcoPolo, a la rayuela y a la payanga. Tomaban el te sin scones y cuando era necesario ella hacia de costurera, adhiriendo sus sombras ya que ni siquiera ellas podian soportar lo que sucedia dentro del cuarto.
Y fuera de el las cosas no eran mejores. Pues habia nubes por todos lados, pardes y ladrillos tirados, agua que goteaba, montañas de sal, olor a comida y sangre. Un hombrecito gris se arrastraba entre los escombros, tratando de llegar a la puerta de calle pero era frenado y devuelto a las tinieblas de una habitacion que era todo y nada a la vez. Sus acreditadores eran inmensos, y en los papels figuraban ellos como sus legales posesores, no iban a permitir que el se escapara. Arriba de la mesa habia dos diarios envejecidos pero por lo visto leidos hasta el cansancio, debido a su estado ya casi efimero. Eran irrelevantes, pero no habia otra cosa que mirar, entonces el gris se asomaba por el borde de la mesa y los agarraba, dia tras dia engendraba la misma historia , la misma muerte, la misma opinion, la misma receta. El hombre gris no veia, {esque todos dicen que es ciego}, pero tenia un sentido de orientacion y de precepcion de sentimientos inmenso, por eso sabia donde estaban la habitacion de Wendi y la cocina. Cansado ya de su inactividad, se decidio a hacer una de las pocas cosas que nunca le dirian que no, ya que nadie sabia lo que era: Cocinar. Se levanto del suelo con una vitalidad increible y se acerco a la ornalla, busco una cacerola y la puso al fuego. Enseguida fue a la habitacion y cerro la ventana y las cortinas, ya que la luz del atardecer se filtraba y molestaba a la vista. Wendi no dijo nada, sus ojos seguian fijos en ella, en sus manos y claviculas. Hombre ya no se molesto por su inactividad. Volvio a la cocina cantando, esperando que Wendi se le sumara. Cosa que sucedio. En la cacerola ya hervia el agua, asique agrego papas, batatas carne, lentejas y salsa de tomate para preparar puchero. El fuego calentaba e iluminaba la casa, y sus voces la adornaban de girones plateados resplandecientes. Los guardianes se horrorizaron antes esta actividad subversiva, pero en vez de reprimirlos los encerraron en una jaula por encima de sus cabezas, dejandolos alrededor del fuego. Wendi se pregunta todavia si eso fue en realidad un castigo. Pronto se hizo la hora de comer, y los dos se sentaron en el suelo. El hombre, a verla que ella dudaba le susurro: "Ya no existe, Peter Pan se fue de la casa, y es hora de cenar."