Hace un par de años estaba en un festejo de cumpleaños en una
gran ciudad de la región de cuyo con un grupo de gente, amigos entre todos, y yo medio outsider ya que estaba allí por algunas vueltas de la vida más que por cualquier otra cosa. Ese grupo de amigos tenía una tradición bastante estúpida que se llamaba "el trencito", que básicamente era que en cualquier momento uno podía decir "trencito", agarrar a alguien, hombre o mujer, y ese alguien tenía que darle un pico (si, un beso en la boca) a todos los del grupo. Era una práctica que me parecía patética, violenta. Y ese día, me tocó a mi. Obviamente que no quería. La verdad, odio que me hagan hacer cosas que no quiero, y más relacionado con un tipo de contacto tan íntimo. La cuestión es que aparentemente una no podía zafarse del trencito solo manifestando su incomodidad, disconformidad o rechazo, o simplemente diciendo "no quiero". Una tenía que quedar como loca, tarada, agresiva, bañar con fernet a los presentes y largarse a llorar para que no la obliguen a ser parte de esa práctica, y que encima después te digan "no es para tanto" o "si, la verdad que es un garrón pero no queda otra".
No. El NO es no también en los juegos. El NO, es también para los amigos. El NO, es para cualquier cosa.
Y pienso, reflexiono, que si es tan difícil para los "amigos" entender un NO, cómo lo va a entender el que te acosa, el que te droga, el que te viola y el que te mata.